Mientras estudian al instituto, un grupo de adolecentes se entrena para ir luchar en toda América Latina. Estamos en Cuba, en los años sesenta, y la figura mítica de Él está en todas las mentes aunque nunca se dice su nombre. Pero este entrenamiento tiene un precio, ya que toda esta operación está secreta y los elegidos no pueden decir nada a sus familias, de las cuales se van alejar quizás para siempre.
Las amistades y los amores que se deslizan entre ellos y otros fuera del grupo con la presión del silencio que se interpone, de las mentiras que a menudo prefieren no decir, y del cambio radical de sus vidas a dentro de unos meses por los que terminarán la formación, van modificar sus visiones de la vida y hacerles reflectir sobre quien desean ser de verdad.
¿Es por Maritza?, pregunta Carlos, Ella te engañó, dice, Bórrala, desaparécela, mátala de tu vida, y se pone de pie, pasa junto a Alejandro, camina hacia el colgadizo. Vamos a cocinar algo. Y yo a ella, dice Alejandro, igual que tú estás engañando a Lucila. Carlos busca en su mochila una lata de carne, Se va del país, dice, nos traiciona. Alejandro camina hacia el mar, ¿Tú sabes lo que es quedarse sólo? ¿Tú sabes por qué yo te llevé a vivir a mi casa? No fue por ti, dice, no tuve lástima de ti sino de mí mismo. La lata de carne no aparece en la mochila de Carlos y él no ve los pies de Alejandro que entran en el agua. Si la quieres tanto, quédate, dice Carlos, renuncia a ser un elegido.El libro de la realidad (editorial Tusquets, 2001, 216 páginas), escrito por Arturo Arango, nacido en Manzanilla, Cuba, en 1955.
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